2015-03-17

Detectan arma de instrucción masiva en Buenos Aires

La historia del arma de instrucción masiva que recorrió la ciudad regalando libros.

Parecía un tanque de guerra. Pero no disparaba balas. Su creador, Raúl Lemesoff, creó su arma de instrucción masiva para invadir la ciudad con un ataque a pura literatura.

Raúl Lemesoff conduciendo su arma de instrucción masiva
Raúl Lamesoff conduciendo su ADIM.


Extraños y fuertes ruidos provenían del taller del artista e inventor Raúl Lemesoff. ¿Qué estaría construyendo ahí dentro? Sus vecinos, a pesar de estar acostumbrados a las excentricidades de Don Raúl, no tenían el menor indicio de lo que estaba ocurriendo detrás de las cortinas metálicas que separaban al taller de la calle. "Viniendo de él, tranquilamente podría ser una nave espacial", comentó la vendedora de una tienda de ropa cercana al cuartel del inventor.

Un día, se escuchó un ruido de un motor (los conocedores decían que era el de un Falcon 79), el cual, luego de un par de arranques fallidos, quedó funcionando. La cortina metálica del taller se elevó, lenta y rechinante, abriendo paso a una impresionante maquinaria bélica rodante, nada menos que un tanque de guerra. El tanque salió despacio, rugiendo, hasta ganar la calle, y comenzó a recorrer los barrios de la ciudad, desplegando todo su poder de instrucción masiva.


¿Instrucción masiva? Pues sí, no se trata de un error tipográfico, es que el tanque creado por Lemesoff no dispara balas; su intención no es destruir sino instruir. El propio Raúl lo conduce de aquí para allá, y en cada esquina de la ciudad regala libros a todo aquel que se le cruza en el camino y que se compromete a leerlos.

Un joven enfrenta al arma de instrucción masiva
En medio de una calle desierta, un joven espera de pie, inmutable, la llegada del artefacto rodante, remedando al estudiante que en el año 1989 se paró en la plaza Tiananmen para detener la marcha de un tanque de guerra, en acto de protesta contra un gobierno corrupto y represor.

El tanque de Lemesoff se detiene, quedando la punta del cañón a una corta distancia de la cara del joven. El conductor desciende del artefacto bélico y le entrega al joven un libro, pidiéndole a cambio el compromiso de leerlo. El joven toma el libro y sonríe. El tanque retoma su derrotero de incesante instrucción.


"El arma llega a lugares donde el libro no es esperado, de esta forma el libro cobra valor. Voy a asentamientos de emergencia, bares, casas de campo, lugares del conurbano...", dijo Lemesoff cuando fue interceptado por una barricada de reporteros.

El ADIM (arma de instrucción masiva) se alimenta de donaciones de particulares, librerías y editoriales. Quien quiera apoyar el proyecto, puede enviar un mail a [email protected].



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