2018-03-29

El nabo gigante, de Alekséi Tolstói

El escritor Alekséi Tolstói fue quien, en el siglo XIX, escribió esta versión de la historia popular rusa del nabo gigante, ideal para contar a los chicos del kinder por su lenguaje sencillo y su carácter repetitivo y predecible.



Para niñas y niños de 2 a 5 años

El nabo gigante, de Tolstoi
Hace mucho tiempo, un anciano y una anciana vivían juntos en una vieja casa que tenía las paredes inclinadas y un gran huerto bastante descuidado.

El anciano y la anciana tenían seis canarios amarillos, cinco gansos blancos, cuatro gallinas moteadas, tres gatos negros, dos cerdos panzones y una gran vaca marrón.

Una hermosa mañana del mes de marzo, la anciana se despertó, se sentó en la cama, olió el fragante aire de primavera y dijo: ”¡Es hora de que sembremos las hortalizas!”, y el anciano y la anciana se fueron al huerto.

Sembraron arvejas y zanahorias, papas y porotos. Y por último, nabos.

Esa noche llovió -¡chop, chop!- en el huerto de la vieja casa con las paredes inclinadas. El anciano y la anciana se durmieron con una sonrisa en los labios.

La lluvia ayudaría a que las semillas se hincharan y produjeran hermosas hortalizas, muy apetitosas.

La primavera pasó y las hortalizas maduraron bajo el sol del verano. El anciano y la anciana recogieron sus zanahorias y papas, y sus arvejas, porotos y nabos. Al final de la hilera sólo quedaba un nabo por recoger.

Parecía muy grande. De hecho parecía un nabo gigante.

Una hermosa mañana del mes de septiembre, el anciano se despertó, se sentó en la cama, olió el fresco aire otoñal y dijo: “Es hora de que recojamos el nabo”.


Y salió de la casa.

El anciano tiró y tiró, estiró con todas sus fuerzas, pero el nabo no se movió.

El anciano fue a buscar a la anciana.

La anciana tomó al anciano de la cintura. Los dos tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas, pero el nabo siguió sin moverse.

Entonces la anciana fue en busca de la gran vaca marrón.

Nabo gigante real en Japón
No es cuento: el nabo gigante de Japón
El anciano, la anciana y la gran vaca marrón tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas, pero el nabo siguió sin moverse.

Entonces el anciano se enjugó el sudor de la frente y fue en busca de los dos cerdos panzones.

El anciano, la anciana, la gran vaca marrón y los dos cerdos panzones tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas. Pero el nabo siguió sin moverse. Entonces la anciana se remangó y fue en busca de los tres gatos negros.


El anciano, la anciana, la gran vaca marrón, los dos cerdos panzones y los tres gatos negros tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas. Pero el nabo siguió sin moverse.

Entonces uno de los gatos meneó la cola y fue en busca de las cuatro gallinas moteadas.

El anciano, la anciana, la gran vaca marrón, los dos cerdos panzones, los tres gatos negros y las cuatro gallinas moteadas tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas. Pero el nabo siguió sin moverse.

Entonces una de las gallinas ahuecó las plumas y fue en busca de los cinco gansos blancos.

El anciano, la anciana, la gran vaca marrón, los dos cerdos panzones, los tres gatos negros, las cuatro gallinas moteadas y los cinco gansos blancos tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas. Pero el nabo siguió sin moverse.

Entonces uno de los gansos estiró el cuello y fue en busca de los seis canarios amarillos.

El anciano, la anciana, la gran vaca marrón, los dos cerdos panzones, los tres gatos negros, las cuatro gallinas moteadas, los cinco gansos blancos y los seis canarios amarillos tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas. Pero el nabo siguió sin moverse.


El anciano se rascó la cabeza.

Los animales y las aves estaban tendidos en el suelo, jadeando.

La anciana tuvo una idea.
La anciana se fue hacia la cocina y puso un trozo de queso junto a la ratonera. Muy pronto, un ratoncillo hambriento sacó la cabeza por el agujero. La anciana lo agarró y se lo llevó fuera de la casa.

El anciano, la anciana, la gran vaca marrón, los dos cerdos panzones, los tres gatos negros, las cuatro gallinas moteadas, los cinco gansos blancos y los seis canarios amarillos y el ratoncito hambriento tiraron y tiraron, estiraron con todas sus fuerzas.

¡POP!

El nabo gigante salió volando de la tierra y todo el mundo se cayó.

Los canarios se cayeron encima del ratón, los gansos se cayeron encima de los canarios, las gallinas se cayeron encima de los gansos, los gatos se cayeron encima de las gallinas, los cerdos se cayeron encima de los gatos, la vaca se cayó encima de los cerdos, la anciana se cayó encima de la vaca y el anciano encima de la anciana.


Estaban todos tendidos en el suelo riéndose.

Aquella noche, el anciano y la anciana hicieron una sopera inmensa de nabo cocido.

Todo el mundo comió hasta hartarse. ¿Y sabes una cosa? El ratoncito hambriento fue el que más comió.

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