2016-06-20

El narrador omnisciente (cuento)

En los cuentos con narrador protagonista, la figura literaria del narrador omnisciente (el que todo lo sabe, todo lo ve y está en todas partes) se limita a contar la historia. Aunque en este cuento con narrador protagonista, quiere ser más que un simple espectador y busca la forma de participar en la acción.


Escrito por Gustavo du Mortier.

El robo al banco hubiese sido un éxito rotundo, de no ser por un pequeño detalle: yo estaba allí presenciándolo todo. Claro, también estuve cuando, seis meses atrás, el cabecilla de la banda, ese hombre frío y calculador al que llaman el Chino Méndez, pergeñó el plan para ejecutar el robo. Yo podría haber actuado antes, de forma tal que el robo ni siquiera llegara a perpetrarse, pero de ser así, no habría una historia para narrar. No me culpe; mi labor es contar historias, no salvar al mundo. Y prefiero los cuentos con narrador protagonista.


El narrador omnisciente que todo lo ve
El narrador omnisciente lo ve
y lo sabe todo.
Pero volvamos a los hechos. Decía que estuve allí cuando este Méndez (que por cierto no tiene nada de chino, sino que es más bien de ascendencia boliviana, pero sus ojos rasgados le granjearon el mote de Chino; es un dato totalmente irrelevante, pero cada tanto me gusta irme un poco por las ramas para dar color al relato) ideó el plan de alquilar la casa vecina al banco para hacer un boquete y entrar a las bóvedas.

Supe también la fecha y la hora exactas en que se llevaría a cabo el plan. La verdad es que sé todo aquello que tiene que ver con los hechos que hacen a esta historia, y hasta sé exactamente qué piensa cada personaje, qué secretos oculta y cuáles son sus verdaderas intenciones.


Por ende, estuve también en la comisaría, en el momento en que llegó ese tipo de aspecto un poco enajenado (cuyo nombre no puedo revelar por ahora) para denunciar que un robo se estaba llevando a cabo en el banco.

A los policías les llevó un buen rato convencerse de que lo que estaba diciendo ese hombre era cierto; de hecho, tuvo que mentir un poco para que su relato fuera más creíble. Qué ironía.


Eran las 11 de la noche. Los agentes de guardia en la comisaría habían terminado recién de cenar sus empanadas cuando llegó este hombre desesperado por lograr que los policías fueran rápidamente a impedir el robo.

-Vengo a denunciar un robo al banco que se está llevando a cabo en este preciso momento-- dijo este hombre, jadeando de cansancio (había ido corriendo hasta la comisaría) y sentándose frente a un agente que lo miraba extrañado.

-Primero que nada, cálmese y dígame su nombre- lo frenó el policía.

El hombre dijo cómo se llamaba (dato que no puedo revelar aún) e insistió con lo del banco.


-Mire, me enteré de los planes de la banda del Chino Méndez, quizás lo conozcan, me imagino que tendrá un prontuario. Pero eso no importa, el asunto es que estos tipos están ahora mismo entrando al banco por un boquete que hicieron desde una casa vecina.

El policía comenzó a sentir interés (tal vez era mera curiosidad) por lo que contaba este hombre. Y la pregunta que hizo se caía de madura.

-¿Usted cómo se enteró?

El hombre en cuestión sabía que venía esa pregunta y tenía la falsa respuesta bien ensayada. Él no sabía mentir, entonces necesitaba una explicación creíble y concisa. Detallada, pero no tanto como para que pareciera sospechosa.


-Verá, fue de casualidad, mi teléfono se ligó y escuché la conversación de Méndez con uno de sus secuaces, y me enteré de todos los datos. Esto fue hace apenas una hora.

La idea del teléfono ligado fue mía; para no pecar de falsa modestia, diría que fue bastante buena. No sé si en esta era de comunicaciones digitales y tecnología avanzada se pueden ligar las llamadas, pero lo importante es que el policía se la creyó.

El resto de la historia es bastante previsible. Los policías finalmente aceptaron acudir al banco para verificar la historia del denunciante, allí se encontraron con los ladrones, y ocurrió lo habitual en estos casos: hubo acción, suspenso, algún secuaz cobarde que traicionó a sus compañeros ante el fracaso inminente de la operación, y hasta alguna acción noble del Chino, tendiente a ganarse la simpatía del lector y demostrar que, en el fondo, no es tan malo.


En conclusión, los policías frustraron el asalto, los malos terminaron en prisión, y usted, señor escritor… sí, usted, Facundo Benítez (ahora sí puedo revelar su nombre) se convirtió en héroe al haber alertado a tiempo acerca del atraco.

Y es aquí donde cometo adrede una falta grave, al cambiar el tiempo verbal de la narración, que hasta ahora transcurrió en pasado (aunque para usted representa un hecho futuro) y repentinamente pasa a estar en presente. Discúlpeme, Benítez, que le haga escribir de esta forma confusa, pero hay un motivo para ello.

Verá, esto de ser omnisciente está muy bien, pero por una vez, una sola aunque sea, quiero tener una participación en la historia. Por eso le pido, Benítez, que siga mis indicaciones.

El narrador omnisciente que quiere participar de la historia
Usted es el héroe de esta historia...
Sé que son las diez de la noche, usted se está quedando dormido frente al televisor, pero preste atención. No, no soy su musa inspiradora. Sé que normalmente es ella quien le da las ideas, pero esta vez prefiero hablarle yo directamente. Es que las musas tienden a revestirlo todo con un tinte místico o poético que confunde las cosas, y yo necesito que escuche esta narración con exactitud.


...y aquí esta historia se transforma en un cuento con narrador protagonista

Usted es el héroe de esta historia, y yo, un personaje decisivo para llevarla hacia un final feliz. Sólo tiene que ir a la comisaría y convencer a los policías de que vayan a impedir el robo en el banco. Los detalles ya los conoce, yo se los fui narrando. Nada más tenga cuidado de no decir la verdad acerca de cómo se enteró del plan. Quédese tranquilo que le creerán la historia del teléfono ligado.

Déme el gusto, permítame ser un personaje más, sólo por esta vez. Déme la oportunidad de ser algo más que sólo el narrador omnisciente, ese que lo sabe todo y lo ve todo. A veces eso se vuelve aburrido, ¿me entiende?

Después, cuando termine esta aventura, yo volveré a la no existencia, al limbo si lo prefiere (aunque a mí, la palabra limbo me suena más bien a música caribeña), hasta que surja una nueva historia para narrar.

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