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2019-07-20

“Mi mundo adorado”, por Sonia Sotomayor. Un resumen

Compartimos una síntesis de la obra de la puertorriqueña Sonia Sotomayor, juez de la Suprema Corte de Estados Unidos.


Mi mundo adorado” es un libro autobiográfico, en el que la autora vuelca sus memorias, relatadas desde el momento en que su madre emigró a los Estados Unidos. La obra se sitúa en el contexto de la lucha por los derechos de los inmigrantes latinos en Norteamérica.


Índice


Libro Sonia Sotomayor - Mi mundo adorado
Portada del libro
* Género
* Resumen
* Características de la obra
* Biografía de Sonia Sotomayor
* Entrevista con la autora


Género

La obra pertenece a los géneros de autobiografía o memorias. El género de la memoria en la literatura puertorriqueña se establece con textos como Las memorias de Bernardo Vega y Por estas calles bravas, como ejemplos canónicos. Este género es también común en las narrativas de los inmigrantes latinos y con el mismo ha cobrado forma la literatura latina en inglés en los Estados Unidos. Sin embargo, es poco común que las memorias salgan simultáneamente en ambos idiomas (inglés y español) y que se conviertan instantáneamente en best sellers. Esto se debe a que son las memorias de la primera mujer latina que llegó a ser juez de la corte suprema de los Estados Unidos de América.

Resumen


En su obra, Sotomayor rememora desde su niñez en Nueva York hasta su primer cargo como jueza en la Corte Distrital. Las páginas de la autobiografía cuentan en detalle cómo eran los días de Sonia, la niña que tuvo un padre alcohólico que murió cuando ella sólo tenía nueve años. La misma que fue diagnosticada con diabetes juvenil y creció en compañía de su abuela, quien le sirvió de ejemplo en los momentos más difíciles.

La juez comienza el libro con la historia de cómo su madre -Celina Sotomayor- emigró a los Estados Unidos y, una vez allí, conoció a quien luego se convertiría en su esposo y padre de Sonia. A lo largo del texto, Sotomayor hace un retrato del Puerto Rico rural tal como era antes de convertirse en estado libre asociado, y de la comunidad puertorriqueña en Nueva York después de la segunda guerra mundial. La autora describe su entorno familiar y social, junto con el impacto que tuvo en su vida la emigración y el alcoholismo de su padre.

Sonia tuvo que lidiar con adversidades desde muy pequeña. Tuvo que aprender a inyectarse insulina a causa de su diabetes, por que a su padre le temblaba la mano y su madre lo hacía muy fuertemente. Entonces optó por aprender a hacerlo ella misma, dado que iba a necesitar inyectarse por el resto de su vida. También se vio obligada a adaptarse a la vida en un barrio peligroso (el Bronx de Nueva York), rodeada de drogas y pandillas. Y donde se debía enfrentar a diario la crueldad del racismo y la discriminación. “Junior y yo teníamos prohibido usar las escaleras, donde una vez asaltaron a mi madre y donde los adictos se refugiaban para drogarse”, cuenta Sonia en un pasaje de su libro.


2018-12-08

Los puertorriqueños y las comidas grasosas, según Magalí García Ramis

Extracto de “La manteca que nos une”, ensayo de Magalí García Ramis


La escritora puertorriqueña Magalí García Ramis escribió el ensayo “La manteca que nos une”, publicado en el año 2010 en la revista Nuestra América. En él se extiende con mucho detalle en las costumbres alimentarias y culinarias de los borincanos. Lo hace de tal forma que, con sólo leer unos párrafos, dan ganas de ir a la cocina a prepararse unas tostadas con manteca. A continuación compartimos lo más sabroso de ese relato.


Magalí García Ramis
Magalí García Ramis
Dejémonos de cuentos; a lo hecho, pecho; a buen entendedor, pocas palabras; agarremos la verdad por el rabo: un tun tún de grasa y fritanguería recorre las venas borincanas, nos une, nos aúna, nos hermana por encima de la política y los políticos, los cultos y las religiones, la salsa y el rock, el matriarcado y el patriarcado.

Comienza con los primeros balbuceos de todo bebé puertorriqueño, porque lo primero que nos enseñan cuando tenemos un mínimo de destreza motora y hacemos creer a nuestros padres y abuelas que les entendemos, lo primerísimo en la educación y la formación de nuestra futura identidad nacional es aprender a juntar las manitas regordetas al son de “tortitas, tortitas, tortitas de manteca”. “Manteca”, repiten los tíos, los hermanos, las madrinas, cuando aprendemos a aplaudir.


 
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