2015-03-21

Bienvenido otoño (poema)

Para los que vivimos en el hemisferio sur, el verano acaba de terminar. Comenzaron las clases, desempolvamos la ropa de invierno, encendemos las luces más temprano. Para darle la bienvenida a la estación de las hojas secas, compartimos “Bienvenido otoño”, poema de Leonardo Antivero.


Bienvenido otoño poema
Para niñas y niños de 6 años o más.

Salgo de casa y en la vereda
las hojas crujen bajo mis pies,
el sol se esconde más tempranito,
voy abrigado, hace frío otra vez.


¡Es el otoño!, me dice el viento
mientras levanta las hojas del suelo
y lleva en alto mi barrilete
hasta que se hace un puntito en el cielo.

Los arbolitos se desvistieron,
gorro y bufanda para el jardín,
los pajaritos se fueron lejos,
es que el verano llegó a su fin.

Aquí concluye Bienvenido otoño poema. Esperamos que te haya gustado. Te sugerimos leer también los siguientes poemas:
“A las muchachas”, poema de Manuel Ascencio Segura

Nocturno 2. Poema de Leopoldo Marechal




2015-03-17

Detectan arma de instrucción masiva en Buenos Aires

La historia del arma de instrucción masiva que recorrió la ciudad regalando libros.

Parecía un tanque de guerra. Pero no disparaba balas. Su creador, Raúl Lemesoff, creó su arma de instrucción masiva para invadir la ciudad con un ataque a pura literatura.

Raúl Lemesoff conduciendo su arma de instrucción masiva
Raúl Lamesoff conduciendo su ADIM.


Extraños y fuertes ruidos provenían del taller del artista e inventor Raúl Lemesoff. ¿Qué estaría construyendo ahí dentro? Sus vecinos, a pesar de estar acostumbrados a las excentricidades de Don Raúl, no tenían el menor indicio de lo que estaba ocurriendo detrás de las cortinas metálicas que separaban al taller de la calle. "Viniendo de él, tranquilamente podría ser una nave espacial", comentó la vendedora de una tienda de ropa cercana al cuartel del inventor.

Un día, se escuchó un ruido de un motor (los conocedores decían que era el de un Falcon 79), el cual, luego de un par de arranques fallidos, quedó funcionando. La cortina metálica del taller se elevó, lenta y rechinante, abriendo paso a una impresionante maquinaria bélica rodante, nada menos que un tanque de guerra. El tanque salió despacio, rugiendo, hasta ganar la calle, y comenzó a recorrer los barrios de la ciudad, desplegando todo su poder de instrucción masiva.


2015-03-12

Cómo usar correctamente x y cc

Textos cortos para practicar ortografía. En esta ocasión: cómo y cuándo usar x y cc.


En el colegio me iba bastante bien con la ortografía y la sintaxis. No tenía mayores problemas hasta que un día, en una prueba en donde había que demostrar el uso correcto de x (equis) y cc (doble c), le erré en todos los casos y recibí a cambio un horrible aplazo.


Se ve que ese episodio me dejó marcado, por que hoy en día sigo dudando (y recurriendo a wikipedia) cuando tengo que escribir una palabra con x o cc.


Hoy decidí quitarme de encima ese complejo, para lo cual me puse a buscar reglas claras para saber cuándo se usa x y cuándo cc. Encontré algunas ayudas bastante útiles y textos para practicar ortografía, los cuales detallo a continuación.

Antes que nada, tengamos en cuenta que la x va siempre antes de las consonantes y de las vocales a, o y u. Ejemplos: examen, éxodo, exuberante, exprimir, extracto. Es bastante obvio, por que en estos casos la x y la cc no son intercambiables, simplemente por que no tienen el mismo sonido. No tienen el mismo sonido examen y eccamen (aclaremos que esta última palabra no existe).


Dos ratas en un laberinto

Encontrar el camino de salida de un laberinto puede ser un divertido pasatiempo cuando sus pasillos están dibujados en papel y lo vemos desde afuera. Pero si estamos dentro del laberinto y no podemos ver por encima de las paredes, la tarea de encontrar la salida se vuelve dificultosa y para nada entretenida.


Para lectoras y lectores de 7 años o más.

Una rata en un laberinto
Y si no me creen, pregúntenle a Jacinta, una ratita de laboratorio que, un día, se encontró dentro de un laberinto sin saber cómo había llegado allí. La pobre Jacinta no daba pie con bola para encontrar el camino de salida. Sus patitas la llevaban tan rápido como podían para acá y para allá, andando y desandando caminos que parecían todos iguales, doblando esquinas que parecían todas la misma.


Para Jacinta, pasaba el tiempo y la cosa no mejoraba. Sentía que, por más esfuerzo que le pusiera, no lograba hacer ningún progreso. Estaba a punto de rendirse cuando se topó con su amiga Pancha, otra ratita que había sido puesta dentro del laberinto quién sabe por qué.

Pero Pancha, a diferencia de Jacinta, estaba sentada en el suelo panza arriba, recostada sobre una pared, royendo un pedazo de queso que había encontrado en el suelo.

–¿Qué pasa, Jacinta? –preguntó Pancha a su amiga al verla tan desorientada.

–Pasa que no consigo encontrar la salida de este condenado laberinto –contestó Jacinta–. Y no me explico cómo estás tan tranquila aquí sentada sin preocuparte por encontrar la salida.

Pancha miró un ratito a su amiga en silencio.


 
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